Tu peor jefe, ¿eres tú?

A veces somos muy duros con nosotros mismos. ¿Es realmente necesario serlo para obtener los mejores resultados? ¿Eso nos hace más productivos?

El juez que todos tenemos dentro

¿Cuántas veces al día nos decimos “debería…”, “tengo que…”, “no tendría que haber…”? Lo curioso es que normalmente no hablamos a otras personas de la misma manera que nos hablamos a nosotros mismos. Estamos constantemente emitiendo juicios sobre nosotros, sobre los demás y sobre todas las cosas que nos conciernen. Lo que nos gusta, lo que no, cómo queremos que sea, cómo debería ser, etc… En algunos casos, los juicios pueden conducirnos a intentar cambiar algo fuera de nuestro control (esto nos suele llevar a la frustración) o bien a cambiar algo de nuestra percepción de la realidad (lo cual desemboca en auto-engaño). Sin embargo, si nos limitamos a no juzgar nada, ¿estamos diciendo que todo nos da igual? ¿Cómo podemos distinguir entre un juicio sano y un juicio insano?

Juzgar o discernir

Discernir quiere decir diferenciar entre varias cosas. Por ejemplo, podemos discernir entre salir a correr y pasar todo el día en la cama, porque sabemos que una actividad suele venirnos mejor que otra en una situación dada. Cuando juzgamos algo, tiende a haber un componente emocional: sólo pensar en correr nos puede hacer sentir cansados. La diferencia entre discernir y juzgar es la misma que la diferencia entre nuestra conciencia de una situación y nuestra reacción frente ella. Si confundimos las dos, los juicios pueden acabar distorsionando nuestra percepción de la realidad. Mindfulness nos ayuda a distinguir entre los juicios y los discernimientos y a tener más claridad sobre lo que más nos conviene hacer en cada momento. El juez interno puede quedarse más tranquilo si siempre actuamos conscientemente en nuestro mejor interés.

No enjuiciar

La persona que más éxito ha tenido en re-contextualizar Mindfulness en el mundo occidental, Jon Kabat-Zinn, define Mindfulness como:

“la conciencia que surge al prestar atención deliberadamente, en el momento presente y sin juzgar, a cómo se despliega la experiencia momento a momento”

Es más importante tener la intención de practicar Mindfulness que intentar hacerlo correctamente.

La práctica de Mindfulness nos permite desarrollar la capacidad de ver las cosas con más claridad – incluyendo nuestras propias reacciones y emociones. Si nos damos cuenta de que estamos juzgando algo, simplemente tomamos nota de ello y volvemos a la práctica. El hecho de tener conciencia de un juicio es lo que importa, no el hecho de enjuiciar en sí. Lo mismo aplica a la práctica de Mindfulness: no es algo que se pueda hacer ni bien ni mal porque, si lo fuera, acabaríamos juzgando nuestra capacidad de practicar. (La única excepción es si te quedas dormido/a durante la práctica. En este caso no es que la estés haciendo “mal”, ¡es que no la estás haciendo!) Si te distraes mucho durante la práctica, no es “malo”, es que tu mente está distraída en este momento. En vez de buscar una causa de la distracción – lo que te puede distraer aún más – puedes utilizar la información sobre el estado de tu mente para tomar una decisión sobre qué tipo de práctica hacer: si tu mente está muy agitada quizá te venga bien dar un paseo consciente en lugar de practicar sentado/a en casa, por ejemplo. Es más importante tener la intención de practicar Mindfulness que intentar hacerlo correctamente.

No juzgues al juez

No es malo juzgar. Los juicios son pensamientos y, del mismo modo que estamos siempre pensando, seamos conscientes de ello o no, estamos siempre emitiendo juicios. La práctica de Mindfulness nos ayuda a desarrollar una mayor conciencia de nuestros pensamientos. Nos permite ser conscientes de cómo surgen los pensamientos, sin que nuestra atención sea arrastrada por el contenido de los mismos.

Los juicios son la gasolina para cualquier estado emocional.

Imagínate que acabas de discutir con tu pareja. Tal vez juzgues que tú tienes la “razón” y tu pareja la “culpa” y, por lo tanto, te sientes enfadado/a. Puede que pienses que esta sensación es desagradable – en cuyo caso la quieres cambiar – o incluso agradable – en cuyo caso la quieres prolongar. Quizá entres en un bucle de juicios y sensaciones asociadas y acabes actuando de una manera automática que llegues a lamentar. Ahora, el juez interno se dirige a ti y te sientes enfadado/a contigo mismo/a por haberte enfadado… Los juicios son la gasolina para cualquier estado emocional. Es imposible estar enfadado sin que haya juicios presentes.

En el laboratorio de tu mente, te puedes hacer las siguientes preguntas: ¿Puedes controlar todo lo que piensas? ¿Eres responsable de lo que piensas? ¿Es cierto todo lo que piensas? ¿Tus pensamientos siempre tienen sentido? ¿Te conviene hacer todo lo que piensas?

Aceptar una crítica no es lo mismo que estar de acuerdo con ella.

El juez interno no siempre tiene razón, ni siquiera siempre tiene presentes nuestros mejores intereses. ¿Qué hacer cuándo se produce un conflicto con él? Si lo ignoramos, se vuelve más insistente. Si luchamos con él, es peor todavía y gastamos mucha energía. Y si aceptamos lo que dice, tenemos que someternos a su voluntad. ¿O no? Aceptar una crítica no es lo mismo que estar de acuerdo con ella, ni implica emprender una acción correctora. En vez de tratar al juez interno como a un enemigo, le puedes tratar como un amigo (un amigo pesado, tal vez).

Un consejo de amigo

Un amigo verdadero nos dice las cosas como son porque nos quiere ayudar, pero, si siempre reaccionamos mal ante una crítica, hasta los mejores amigos dejan de persistir con el tiempo. Tanto con respecto a las críticas recibidas de otras personas como a nuestras propias auto-críticas, Mindfulness nos proporciona la capacidad de investigarlas antes de reaccionar de manera automática. La idea de realizar un cambio, por ejemplo, puede producir resistencia si vemos los problemas que presenta el cambio antes que las posibles soluciones. La práctica de Mindfulness se trata de prestar atención a las críticas con apertura para que podamos decidir si interiorizarlas o no. Del mismo modo que un amigo que se siente escuchado suele quedarse más tranquilo, si escuchamos al juez interno Mindfully, puede que éste se calme un poco.

El antídoto de la auto-exigencia

El Mind & Life Institute (el Instituto de Mente y Vida) fue fundado en el año 1991 con el propósito de acercar la ciencia a las tradiciones contemplativas. Nació de los Mind & Life Dialogues – los Diálogos  de Mente y Vida – entre eminencias de ambos campos como el Dalai Lama y Francisco Varela. En uno de los diálogos, Sharon Saltzberg, la cofundadora de la Insight Meditation Society, explicó que mucha gente en el mundo occidental sufre de sentimientos de odio hacía si mismo/a. El Dalai Lama se sorprendió y dijo que, en su idioma, la palabra compasión se refiere al deseo de aliviar el sufrimiento tanto de los demás como de uno/a mismo/a. Sugirió crear una palabra en inglés para compensar esta carencia, la auto-compasión. Es difícil sentir compasión por los demás sin sentirla hacía uno/a mismo/a. Más de una década después, Kristin Neff la definió como la combinación de tres elementos: amabilidad hacía uno/a mismo/a, humanidad compartida y Mindfulness.

Ya hemos visto en este artículo, la importancia de la compasión para ser un líder efectivo. Lo mismo pasa con nuestro juez interno. En los cursos de Mindfulness hacemos algunas prácticas especialmente dirigidas al cultivo de la compasión y la auto-compasión. En un principio, estas prácticas pueden provocar resistencias en algunos participantes, precisamente porque les cuesta tratarse a si mismos con amabilidad y no juzgarse. Un aspecto de la práctica consiste en prestar atención a estas resistencias y examinarlas cuidadosamente. A veces cuando prestamos atención a una tensión muscular, por ejemplo, el mero acto de atenderla puede resultar en una sensación de alivio. Lo mismo puede pasar con la tensión que las relaciones con ciertas personas – y con uno/a mismo/a – pueden ocasionar. Esta práctica puede ser una manera muy efectiva de apaciguar a un juez interno demasiado despótico.

Un equilibrio sano

A veces, cuando no nos apetece hacer algo que “deberíamos” hacer, surge una lucha interna. La claridad que nos proporciona Mindfulness nos ayuda a actuar en mayor consonancia con nuestros objetivos verdaderos y podemos ahorrar la energía que gastamos en ponernos en marcha cuando hay resistencias. Sin embargo, la práctica de Mindfulness en sí requiere una cierta fuerza de voluntad en un inicio. Si practicas por la mañana, la noche anterior pones el despertador media hora antes de lo habitual y, cuando suene, quizá lo vuelvas a poner media hora más tarde… Mindfulness te ayuda a no auto-castigarte por ello. Además una vez hayas desarrollado el hábito, la práctica se sostiene a sí misma porque eres consciente de los beneficios que te aporta. Con Mindfulness podemos regular los niveles de auto-exigencia y estrés, para llegar a un equilibrio sano de las actividades cotidianas.

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